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¿Cómo era la comunidad que Jesús quería? Ciertamente no quería crear una religión nueva porque eso lo hubiera convertido en un apóstata de la suya y, además, eso hubiera convertido en letra vacía todas las promesas hechas al pueblo de Israel por parte de Dios. Jesús no quería dadores de culto a él, sino seguidores de su misión, continuadores de la misión que el Padre le había dado a él: anunciar y hacer presente el reinado de Dios. Jesús creó un movimiento, en la línea profética más genuina, que volviera al pueblo de Dios a la época de Abraham, en su dimensión religiosa.
Anotemos, de paso, que nos es más fácil decir lo que Jesús no quería en su Iglesia, en su comunidad de seguidores, que lo que sí quería y eso porque lo que no deseaba aparece expresamente dicho por él. Por ejemplo: no será así entre ustedes; entre ustedes el que quiera ser el primero que sea el servidor de todos (cfr. Mt 20, 26-28). Desde luego, hay afirmaciones apodícticas puestas en boca de Jesús que, por lo menos, nos dicen qué creía la comunidad primera que debía ser o tener la comunidad creada por Jesús si quería ser la comunidad de Jesús. Así: ámense los unos a los otros como yo los he amado (Jn 13, 34-35); lávense los pies los unos a los otros (Jn 13, 14-15); el que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14, 33); el que no tome su cruz y me siga no puede ser discípulo mío (Mt 10, 38). De allí ya podemos sacar algo acerca de lo que la comunidad primera entendía claramente que debía tener cualquier comunidad que se quisiera presentar como comunidad de Jesús.