Descrição
Siempre ha existido una connaturalidad entre fe cristiana y veneración a María, de modo que no es exagerado decir con Pablo VI que la devoción a María es un elemento cualificador de la genuina piedad de la Iglesia.
Una vez definidos los primeros dogmas trinitarios y cristológicos, cuando ya no había peligro de que el culto a María se confundiera con el culto pagano a las diosas madres, brotó espontáneamente en el pueblo cristiano la devoción a María. El Vaticano II aludiendo a la oración mariana más primitiva el "Sub tuum praesidium", afirma que "desde los tiempos más antiguos la Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (LG 66). Es conocida la expectación con la que el pueblo esperó en Efeso la definición del Concilio sobre la maternidad divina de María, y el atronador aplauso con el que la muchedumbre allí convocada recibió la proclamación de la Theotokos (cfr. LG 66).
Pero esta devoción mariana que durante los primeros siglos de la Iglesia fue creciendo de forma connatural y en estrecha conexión con el misterio de Cristo y de la Iglesia, en la edad media alcanzó en el occidente latino un extraordinario desarrollo.
A partir de los siglos XI y XII en Europa surgen por todas partes templos dedicados a María, himnos y cantos litúrgicos, nuevas devociones y advocaciones marianas (Inmaculada, Asunción, Coronación, maternidad espiritual...), se difunde el rezo del Ave María, del Angelus, del Rosario y de la Salve, se recopilan leyendas marianas llenas de milagros de Nuestra Señora, etc.