Descrição
"Cuando la zorra anda a grillos
y el sacristán a cardillos
y el escribano pregunta: ¿A cómo estamos del mes?'
con mal andan todos tres”.
(Del Refranero General).
Parecería, a veces, que corren tiempos de escasez, de echar de menos esto o aquello, No sólo la zorra, el sacristán y el escribano andan mal, sino también el león, el obispo y el pensador. Todos andamos a grillos. Resecas arenas bajo nuestras ardientes plantas se abren en las cuatro inmensas y solitarias direcciones, no ofreciendo un Éxodo orientado hacia una tierra prometida, sino un vagar circular y perdido bajo un sol de justicia: "mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que enviaré hambre al país (tacho aquí un versículo para luego, y sigo); irán errantes de levante a poniente, vagando de norte a sur (y de nuevo tachando y siguiendo). Aquel día desfallecerán de sed las bellas muchachas y los mozos" (Amos 8, 11-13). Y desfallecidos, nos "cavamos aljibes, aljibes agrietados que no retienen el agua" (Jer 2,13).
Por allá veo a aquellos sedientos de "seguridad" mamando aguas dogmáticas en ubres maternales. Escondidos en la cueva o en la calleja, "unas bellas muchachas y unos mozos” asaetean urgentes sus esclerotizadas venas o espatarran sus hambres en el "¡todos los agujeros están permitidos!" de W. S. Burroughs. Allá los diviso en caravana bobalicona e infinita del Hamelin de turno, sherpa musical o ideológico. Luces de neón para las charcas -perdón: piscinas climatizadas- japonesas, americanas o europeas, de rutilantes coches y triples chalets, con vistas al patético cementerio de automóviles de utopías informáticas y oxidables. Por acá danzan frenéticos o fijan su mirada perdida en el infinito los azafranados Haré Krishma, o los empresariales hijos de Moon, o los devoradores-de-éxtasis- y- "aprenda-en-10-días" visionarios de Dios, sin "noches oscuras del alma" y en cómodos plazos. Y éstos otros, oyendo emisoras nocturnas y calmando sus insomnios y cuestiones punzantes en vasos de astrólogos avispados, de curanderos medievales o de sofrólogos a cinco mil el trago. Los de acá beben caldos selectos en mesas repletas de "Gran Atracón", con la guía Michelín bajo el brazo y su comentario beodo de "no sé qué encontrará mi hijo en esa novela de Menos que cero del Easton Ellis ese...". O por entre aquellas lejanías se escapan los sabios o los cínicos con el Sin nada que contar a nuestros hijos de todos los Heinrich Böíl, o todas las woodyallenescas hermanas de Hannah, entrecruzando amores y cruzando camas sin más pista que la gana del momento. Y en las crestas de las peñas, junto a águilas y a vientos, los machadianos de "la sed que tengo no me la calma el beber"; y cerca de él, salgo de mi celda de El Paular benedictino de Rascafría, cruzo el claustro solitario y gótico y me siento al sol espléndido de esta tarde restallante de Jueves Santo en la que Alguien me ha ofrecido su pan y su vino y su "quien tenga sed, que se acerque a mí; quien crea en mí, que beba. Como dice la Escritura: 'De su entraña manarán ríos de agua viva"' (Jn 7,38).