Descripción
En pocos años entraremos en el S. XXI. ¿Cómo será la Iglesia? ¿Qué será de la fe católica y de la fe cristiana en general? Estas preguntas de cara al futuro pueden hacerse siempre, pero ahora se imponen porque Centroamérica, y toda América Latiría y el resto del tercer mundo, están pasando por momentos cruciales que sin duda modificarán su futuro. Esto es evidente para todos los que observan los procesos históricos, políticos, sociales, económicos y militares en el área. Centroamérica será distinta -y eso es lo que además esperan muchos y por ello trabajan y luchan- en el siglo venidero. Pero ¿será también distinta en su realidad religiosa y eclesial?
Ya en el presente hay muchos signos de novedad religiosa y eclesial de todo tipo. Por mencionar sólo algunos, existe una fe liberadora desencadenada por Medellín; las sectas proliferan rápidamente; hay también gérmenes de increencia e incluso atisbos de la pregunta de Job; las religiones indígenas pudieran enfatizar sus raíces autóctonas; en los barrios marginados se acumulan cientos de miles de campesinos sin atención pastoral en su nueva situación; y la niñez y la juventud -la mitad de la población- se ven afectadas ahora en su crecimiento religioso por todos o algunos de estos fenómenos, sin que se pueda presuponer ya el anterior proceso de configuración religiosa de la persona en crecimiento.
Si juntamos todos estos signos de novedad religiosa -unos estarán más presentes en unos países y otros en otros- podemos afirmar lo siguiente: Centroamérica no está pasando sólo por momentos de convulsión histórica, sino también religiosa y eclesial que podrán configurar novedosamente su religiosidad, su eclesialidad y su fe. Esta convulsión religiosa parece ser de gran envergadura. Cuantitativamente, el proceso es significativo porque atañe ya a miles y millones de centroamericanos. Cualitativamente no se trata, en muchos casos, de simples retoques a la religiosidad tradicional, sino de verdaderos y profundos cambios. La convulsión religiosa tiene, además, una cierta necesidad, pues está relacionada con los cambios históricos indudables en el área a los que pretende ser, de una u otra forma, una respuesta.
Trataremos aquí de analizar estos nuevos fenómenos religiosos. Su finalidad consiste en hacer caer en la cuenta del hecho en primer lugar: Centroamérica puede ser muy distinta religiosa y eclesialmente en un futuro a mediano plazo. Se afirma esto porque la Iglesia reconoce la convulsión histórica, pero no parece todavía reconocer, con la excepción de algunos obispos, y valorar la Convulsión religiosa en toda su magnitud, aunque sí muestran preocupación por la proliferación de las sectas. En cualquier caso no se percibe una clara decisión a abordar estos problemas en profundidad y a hacerlos algo central en su pastoral. Lo central de esta pastoral no consiste simplemente en que se mantenga a cualquier precio la religiosidad tradicional, sino en propiciar una forma de fe y una forma de ser Iglesia que humanice los nuevos procesos históricos, haga de la fe un elemento esencial para la construcción del reino de Dios y para mantener la experiencia del misterio de Dios y del hombre, y haga de la Iglesia un signo de ese reino de Dios y de la posibilidad de vivir en fraternidad. Según esto, analicemos los fenómenos religiosos novedosos.