Descripción
Solemos decir que "no hay que vivir de recuerdos" y, sin embargo, más verdadero es afirmar que "sin recuerdos no se puede vivir". Ellos son para el hombre como las raíces para el árbol y en torno a su narración colectiva se reúnen las familias y los pueblos cuando tratan de orientarse hacia el futuro o, al menos, de no repetir el pasado. Cierto que hay recuerdos buenos y malos pero este carácter no les viene de los contenidos que evocan sino de nuestra manera de relacionarnos con ellos. Son malos los recuerdos que nos atan al pasado, incapaces de generar en nosotros otra cosa que no sea nostalgia o apatía, falta de amor a la vida. Son buenos los que nos ponen en contacto con nuestras raíces más profundas para decirnos, desde ahí, quiénes somos y posibilitar el nacimiento de una historia personal y colectivamente nueva.
Como cristianos, vivimos de un recuerdo y en un mundo cómo el nuestro que ofrece mil y una identificaciones distintas, su narración en el interior de nuestras existencias individuales y comunitarias adquiere más importancia que nunca. No ciertamente para quedarnos en él, nostálgicamente evadidos, sino para convertirlo en "imaginación creadora" dentro del tiempo presente.
Jesús es nuestro recuerdo radical. Recuerdo "peligroso", no sólo porque no se deja integrar en los esquemas de este mundo ni en los nuestros, sino porque al ser narrado en ellos los subvierte. Recuerdo "salvador" porque, al ser recibido en la fe y en el amor, se convierte en el artífice principal de nuevas criaturas y nueva creación.
En este viernes santo, la "memoria Jesu Christi" se concentra en la "memoria passionis". Puestos delante del crucifijo o imaginativamente en los alrededores del Gólgota, nos hacemos la pregunta fundamental de esta meditación: ¿Qué nos desvela el Crucificado? ¿Qué dice sobre el porqué de su muerte y sobre aquellos que le matan, sobre él que muere y sobre Dios que calla, sobre el futuro de aquella causa por la que vivió y murió? Más, narrado aquel acontecimiento en nuestra historia concreta, ¿qué desvela el Crucificado en medio de un drama de víctimas y verdugos que no ha terminado aún y en el que no sólo los otros sino también yo mismo estoy implicado? Vayamos por pasos.