Descripción
La palabra espiritualidad es tardía en la historia de la Iglesia. Comienza a ser usada hacia el s. XVII. Esta expresión intenta traducir lo que antiguamente se había designado como "sequela Chisti", el seguimiento de Cristo. Y en efecto, toda espiritualidad es un seguimiento de Jesús; el Evangelio nos habla constantemente de él. Los seguidores de Jesús son los discípulos, todos los que lo siguieron y no sólo los que conocemos como los Doce. Por eso también se llama discipulado a esta experiencia de seguimiento de Cristo. Los discípulos directos de Jesús son algo así como los modelos de este seguimiento. Así pues, ser cristiano es ser discípulo, tener una espiritualidad, seguir al Señor.
El término seguimiento evoca a su vez otro muy usado por los primeros cristianos: el de camino. El cristianismo aparece en los hechos como camino. Y el mismo Jesús se había denominado a sí mismo con esa expresión. Según eso el cristiano es un caminante que sigue a Cristo. Idea que ha subrayado con mucho énfasis y perspicacia un film como el Evangelio según San Mateo de Passolini.
Todo camino espiritual, según la Escritura, tiene tres dimensiones fundamentales: Encuentro con Cristo, vida en el Espíritu y ruta hacia el Padre. Estas dimensiones son una constante de toda espiritualidad que se pretende cristiana. Pero a la vez, hay maneras propias y distintas de vivirlas lo que da lugar a diversas escuelas de espiritualidad, o diversas espiritualidades. Y así hablamos de la espiritualidad monástica, franciscana, dominicana, ignaciana, etc. Las modalidades del seguimiento, se deben a la reordenación de los grandes ejes de la vida cristiana que se hace a partir de la experiencia espiritual que marca a una comunidad cristiana o familia religiosa.