Los actuales conflictos entre lo que ha dado en llamarse "Iglesia-institución" e "Iglesia popular" se deben a un olvido radical de esta inevitable eclesiología ecuocarismática del Nuevo Testamento y a la dejación del único modelo posible de Iglesia en orden a una eficaz evangelización: el pueblo de Dios.
La frase de Ernesto Renán "Después de Jesús se esperaba el Reino de Dios, pero lo que vino fue la Iglesia" no es ninguna "boutade" si analizamos seriamente los avatares que el nacimiento de la Iglesia atravesó en plena formación de los libros que componen el Nuevo Testamento canónico.
Podemos distinguir tres fases principales en el itinerario de la constitución de eso que ya en el siglo I se llama la "asamblea" o "ekklesía" de Dios o de Jesús.