Descripción
Cada vez es mayor el número de cristianos que, por causa de su fe, se comprometen políticamente y pretenden una transformación cualitativa de la sociedad. Y también, cada vez más se contempla la política no solo como el campo de la lucha por el poder y la correlación de fuerzas, sino como una forma de "dar culto al único Dios", como lo expresa el documento final de Puebla (n. 521), en la medida en que la política significa la búsqueda común del bien común.
Las posturas que la Iglesia ha asumido en los últimos años en defensa de los derechos humanos, especialmente de los pobres, su enraizamiento en las comunidades populares y, últimamente, su opción preferencial por la liberación de quienes padecen la injusticia, han agudizado el problema de la relación entre fe y política. Los propios obispos han reconocido en Puebla el carácter conflictivo de esta toma de postura: "grupos económicamente poderosos que se consideraban líderes del catolicismo se sienten hoy como abandonados por la Iglesia, la cual, según ellos, se habría apartado de su misión espiritual" (N. 79). Otros acostumbrados a un cristianismo de prácticas cúlticas y devocionales, ya no entienden la dimensión profética y social que las expresiones de la fe han asumido en los últimos años. Una vez creada la confusión, se impone realizar un esfuerzo de esclarecimiento. La estrategia teórica, por consiguiente, consiste en tratar de reducir el complejo asunto a sus términos más sencillos, y establecer correcta articulación entre ellos, sin reducirlos unos a otros. Es lo que sugiere Aristóteles en la primera página de su Política. Comencemos por la categoría de la fe.