Descripción
Con su agudeza y profundidad proverbiales, el P. Rahner pone en letra de S. Ignacio una serie de consideraciones dirigidas a sus hijos de hoy. Él escribe en la parte inicial de su escrito como introducción:
"Preferencia de Dios por el mundo
Cuando digo que para el hombre de vuestro tiempo, como para el del mío, es posible el encuentro directo con Dios, estoy refiriéndome efectivamente a Dios, al Dios de la incomprensibilidad, al misterio inefable, a la tiniebla que sólo para quien se deja absorber incondicionalmente por ella se convierte en luz eterna, al Dios que no tiene ningún otro nombre. Ahora bien, es precisamente este Dios, y no otro, el que yo experimenté como el Dios que desciende hasta nosotros, que se acerca a nosotros, y en cuyo fuego inconcebible no nos consumimos, sino que adquirimos verdaderamente por vez primera el ser y la condición de eternidad. El Dios inefable se nos revela; y en esta afirmación de su inefabilidad llegamos a la existencia, vivimos, somos amados y alcanzamos validez eterna; si nos dejamos tomar por El, no somos aniquilados en El, sino que propiamente nos realizamos por vez primera. La criatura insignificante se hace infinitamente importante, indeciblemente grande y hermosa, al recibir de Dios el don de sí mismo.
Mientras que, privados de Dios, andaríamos errantes por el espacio de nuestra libertad y de nuestras decisiones en una eterna inseguridad y, al final, en un aburrimiento desesperanzado, ya que cualquier objeto de elección sería, a fin de cuentas, algo finito y siempre reemplazable por otro y, por consiguiente, indiferente, yo tuve la experiencia de que, en el espacio de esa mi libertad y de sus posibilidades el Dios infinitamente libre se adueñaba, con especial amor, de una de mis posibilidades, y de otra; y aquélla, y no ésta, dejaba transparentar a Dios, pero no desfigurándolo, sino haciendo posible amar a Dios en ella y a ella en Dios, manifestándose de este modo como la voluntad de Dios."