El autor se vuelve a Jesús, sus palabras, conducta y muerte para iluminar este complejo tema de la violencia.
A pesar del poco material suministrado por los evangelios, se puede sacar de ellos, entre palabra y hechos de Jesús, una enseñanza nítida, pero muy difícil de formular sobre la violencia. Y esta dificultad de formulación proviene de que está hecha con pinceladas antinómicas, como ocurre casi siempre en Jesús. Lo difícil cada vez es no deshacer el claroscuro, ya sea conviniendo el blanquinegro en gris, ya sea perdiendo alguno de sus dos tonos e impidiéndole no sólo que luzca él, sino que matice y coloree la luz del otro. Jesús se mueve manejando, a la vez, la veta de la tradición sapiencial con sus tonos de sabiduría razonable, y el nervio de la tradición profética con sus acentos de locura “anticientífica”. Por eso resulta tan difícil fotografiar su conducta. No obstante, vamos a intentarlo procediendo por pequeñas antítesis.