Descripción
Si tuviéramos que delinear, a grandes rasgos, la imagen del superior de comunidad, ¿cómo la podríamos esbozar al final de este artículo? Sabiendo que quedarán en la sombra un buen número de precisiones y matices, la describirnos del modo siguiente:
Un hombre inserto en el corazón de su comunidad, con un conocimiento íntimo de las personas y de su vida apostólica, capaz por tanto de trabar con cada uno relaciones sobre lo esencial de su vocación y su misión , un hombre que sea el símbolo y el garante de la unidad de su comunidad, ante todo como comunidad apostólica, un hombre deseoso de responder a las exigencias apostólicas de hoy, por medio de la intercomunicación y el discernimiento comunitario; capaz de orientar las energías apostólicas de los individuos y el grupo hacia objetivos definidos y sometidos continuamente a un auténtico discernimiento; un hombre por tanto que goza de la confianza de quienes le han sido confiados y a los que se esfuerza por mantener en dependencia y unión con el cuerpo de la Compañía y la misión que realiza; un hombre deseoso de proporcionar a todos y cada uno un ambiente de revitalización espiritual, de encuentro fraterno, de formación permanente, de reflexión y de expansión que aseguren su disponibilidad al servicio de la misión. En él la “cura personalis” y la “cura comunitaria” son indisolubles y se ordenan conjuntamente a aquello que, en virtud del fin de la Compañía, les da sentido; la "cura apostólica”.