Descripción
Si la vida religiosa como proyecto de vida evangélica encuentra en el proyecto histórico de liberación el lugar de permanente verificación, esto equivale a afirmar que la santidad como vida en el Espíritu, como fidelidad absoluta a la voluntad del Padre y como seguimiento radical de Cristo, dice relación estrecha con la historia, concretamente con la vida de los pobres, de los hambrientos, de los marginados a quienes el Señor los felicito porque el Reino era de ellos y porque la Buena Nueva les era anunciada; son estos pobres a quienes se les revela la voluntad del Padre escondida para Ios grandes y sabios.
No es nuevo relacionar vida espiritual, experiencia de Dios y realidad histórica; ésta es la única espiritualidad cristiana, la que echa raíces en la tradición veterotestamentaria y que con Cristo confirma que no se puede desligar acogida y crecimiento del Reino de las transformaciones históricas que revelan su presencia. Es aquí donde el cumplimiento de las promesas anuda irrevocablemente fidelidad a Dios y fidelidad a los hombres, específicamente a los sencillos, a los despojados, a los débiles. Santidad y justicia son no sólo los temas de la promesa sino la vocación de la colectividad; el Reino es eso, un reino de santidad y de justicia, es decir de cumplimiento sin restricciones de la voluntad plena del Padre. Santidad y justicia son los signos del hombre del Reino, del hombre nuevo.