Descrição
Impresiona ver, en el Evangelio, la paciencia y el cuidado de Cristo para esperar su hora, la hora marcada por el Padre y la que, en modo alguno, quería faltar. Ni anticiparse, ni atrasarse: Vivir, en plenitud, la voluntad del Padre.
Mas Cristo sabía discernir, con seguridad, Su hora. Ay de nosotros que, muchas veces, tanteamos en la oscuridad y quedamos perplejos al no saber si las alarmas que suenan, si las llamadas que oímos, son fruto de la fantasía -nuestra o de falsos profetas- o si viene del Señor el mensaje.
Juntos, en la humildad y en la oración, nos será menos difícil distinguir si, de hecho, está sonando la hora de Dios para nuestro continente.