Descripción
En este trabajo hemos utilizado a menudo la expresión "idea ignaciana de pobreza". En realidad, este modo de hablar no es correcto del todo, pues Ignacio, en último término, no se ha orientado por una idea sino por el ideal concreto de una persona: el ideal de Jesús. La persona de Jesús es el centro de toda la espiritualidad ignaciana y aquí se encuentra también la clave de su concepción de la pobreza. Ignacio no ha desarrollado ninguna teoría sobre la pobreza sino simplemente ha tenido ante sus ojos el ejemplo ideal de Jesús. Quería ser pobre porque Jesús había sido pobre y como lo había sido. Su amor a la pobreza era, en el fondo, un amor a su Señor pobre.
Desde su lecho de enfermo en Loyola, Ignacio tenía ante los ojos el "soberano e benigno caudillo", el "Rey de reyes" y "príncipe eterno, Cristo Jesús". En el futuro quería servirle a Él, seguirle a Él. Pero al principio solo pensó en imitarle en su pasión; y uno de los principales medios para hacer realidad esta vida de penitencia, debía ser una pobreza tan grande como era posible, siguiendo el ejemplo concreto de los santos, "los caballeros de Dios". Pero en Manresa aprendió a comprender más profunda e íntimamente a su Señor. Allí reconoció a Cristo como aquel que ha llamado a los Apóstoles a seguirle y los ha enviado a predicar el Mensaje de Dios; como aquel que todavía hoy llama apóstoles. El mismo Ignacio oyó este llamamiento.