Descripción
Para varios estudiosos, en occidente el nacimiento de la filosofía se dio con una hermana gemela, la filología. El comienzo del estudio del lenguaje estuvo engarzado con el estudio de la sabiduría. Para esos mismos estudiosos, la madre de estas gemelas fue la religión pero no hablan del padre. Aunque sí de un terreno común que hace crecer y perdurar este nacimiento: el rito.
La palabra para los griegos vino vertida en una “ciencia" llamada retórica como palabra oral que entraba por lo oídos como persuasión o captación de benevolencia y como poética, palabra imitadora y gesticuladora de las acciones humanas que se daba a ver. Es decir no sólo discurso o sentido sino también el lenguaje es capaz de redescribir la realidad. Así, el mito y esta fuerza captadora de la realidad se dieron la mano para mostrar al ser humano en toda su complejidad.
Por eso, algunas personas con gran sentido del humor nos dicen que los griegos en su pensamiento no sólo pasaron de la física a la meta-física sino también recorrieron el camino de la palabra como portadora (fórica) de la realidad a su cumbre meta-fórica, lugar donde la ficción ejerce su liderazgo. Dicho de otro modo, pareciera que la juntura más creadora de estas dos hermanas gemelas se da en las letras. Filosofía y filología encuentran su nexo más original en la literatura. Unas letras que narran una historia, una tendencia, un accionar y una fe.
Si queremos darle una descripción pantanosa y llena de trampas podemos decir que la literatura es la hermenéutica de la realidad. Es decir, no solo le regala a la realidad el sentido (su organización interna) sino también su referencia (la hace lenguaje y al lenguaje le regala un lugar fuera de él) Quizás, por eso, no podemos leer a los filósofos griegos dejando de lado a sus escritores (dramaturgos, poetas...) y al leer su literatura, sus mitos, nos encontramos con los grandes pensadores de la palabra o del concepto. Así, si la filosofía pide la mayéutica, ese arte de dar a luz, la filología pide la réplica, ese arte de convertir la luz en diálogo.
Pero en occidente esta colección literaria ha recorrido un vasto camino con otra colección literaria llamada Biblia. Recordemos que la palabra Biblia está muy cerca de representar una mini biblioteca más que un verdadero libro. Aunque comienza con una narración que funda el tiempo y termina con otra parte que lo expande en su plenificación: génesis y apocalipsis. Si se quiere, comienza con un ser humano que funda una humanidad y termina con otro ser humano que funda la divinidad: Adán y Jesús. Entre el génesis y el Apocalipsis están los libros, entre Adán y Jesús está Israel. La imaginería y la narración convergen en una estructura, en una rotonda unificada.
Es cierto que nos dice que por la fe la Biblia escapa o traza otros límites distintos al puro criterio literario pero es un gran código de arte. O si se quiere, la Biblia quiere ir más allá de la literatura, es presentar la cuestión más vasta de la función social de las palabras. Quiere romper las fuerzas o ataduras que impiden saber lo que ya se sabe o llevarnos de la mano para hacernos recorrer todo conocimiento humano hasta convertirlo en conocimiento personal.
El hombre no vive directamente (plumas, escamas, pelos) o completamente desnudo (como la serpiente) en la naturaleza como lo hacen el resto de los animales sino al interior de un universo que es mitológico, con un conjunto de presupuestos y de creencias que se han desarrollado a partir de las preocupaciones existenciales, condicionadas socialmente y heredadas culturalmente.
Si bien para los que lean esta colección de libros como caminos o etapas de la fe humana en Dios lo que se lee muchas veces en ellos con bastante repetición monótona es la carencia de fe en el hombre y en Dios. Es una “gracia" que adviene como regalo, es decir, ese ídolo (imagen) que hacemos de Dios y de nosotros mismos se ve derribado continuamente por alguien que es más grande que esa colección de libros. Este código de arte nos dice que los criterios de la imaginación no tienen el monopolio de la verdad como tampoco los del concepto. Sin embargo, la verdad no se hace libertad si no pasa por ellos dos.
Alguno se hizo la pregunta: ¿por qué un poeta debe leer la Biblia? Y se respondió: Porque para el poeta la meta no es aceptar o negar un sujeto sino ver lo que significa. Así la literatura continúa, en la sociedad, la tradición de la fabricación de mitos. Esta fabricación de mitos se da como ensamblaje de piezas y de pedazos de todo lo que cae en la mano. La Biblia hace lo mismo incluyendo a Dios.
Si quisiéramos hacer comparaciones diríamos que al diálogo propuesto por los griegos se presenta la polifonía ejecutada por la Biblia. Y a la historia nunca completamente narrada de los griegos, tenemos la historia continuamente vuelta a narrar de la Biblia. A referencia recogida de los griegos que se vuelve hermenéutica tenemos la propuesta bíblica de transformar toda holística en relación o alianza.
Todo esto que hemos estado contando, ¿cómo sirve de pórtico para esta publicación de Guillermo Rothschuh Villanueva? Queremos levantar el índice y decir que estamos ante un bricolaje de textos que quieren ser organizados como “tiempo adverso". Aunque el autor sabe que existen el "tiempo anverso" y el “tiempo reverso". Es decir el tiempo de la travesía y del encuentro. O si quiere una formulación pedestre, el tiempo de la vida y el tiempo del amor.
No en balde nuestros (as) grandes escritores (as) latinoamericanas se están dando a la tarea de escribir textos de amor, la antítesis de las novelistas rosas o de las telenovelas. Aunque no negamos que puedan parecer más aburridas y menos “encantadoras".
Pensamos que este "tiempo adverso" busca restituirle la veracidad a las palabras y la fidelidad a la colección de narraciones que presenta. Esa veracidad suele presentarse como franqueza o un hablar franco. Esa fidelidad como verosímil o un hablar con crédito.
Quizá no me quede más que agradecerle a Guillermo que le haya dado un lugar a estos escritos, el texto que tenemos en la mano y una región a estos sentidos desdoblados, la universidad a la cual pertenecemos. El texto quiere ser una herencia abonada y la universidad una sociedad proyectada. El texto una cultura que se bifurca y la universidad una diversidad que se comparte.
Es tentadora la figura que encierran estos dos grandes articuladores. El texto como jardín florido de la literatura y la universidad como oasis reconfortante de la pluralidad.
Los griegos, según parece, no conocieron la novela, ese carnaval que construye secuencias y consecuencias. La Biblia parece tocar todo como biografía, ese cuerpo humano y divino que se vuelve puerta estrecha para la pascua. Por eso, quizás, no podremos prologar o epilogar el próximo texto de Guillermo porque la novela es precedida por el silencio y termina sin ruido. O la biografía se teje desde la “soledad sonora" o entre la “música callada".
P. Eduardo Valdés Barría S.J.
Rector
Universidad Centroamericana
(UCA)