En este documento se presentan resultados parciales de un estudio cualitativo realizado en diez escuelas de cinco ciudades con altos índices de criminalidad y violencia vinculada al crimen organizado en México. A través de la narrativa de los protagonistas, se develan las consecuencias de la violencia económica y social en las posibilidades de educar, en la construcción de identidades, la gestión del riesgo y la convivencia escolar. Se documenta cómo crecen la perplejidad, la falta de explicaciones, la desesperanza, el sentimiento de inseguridad, la ingobernabilidad en las escuelas, la normalización de la violencia, así como el malestar profesional del profesorado, ya que todo esfuerzo parece ser insuficiente cuando se resquebrajan las bases sobre las que se construyó la escuela como instancia de socialización y formación. A la par de esta visión casi catastrófica, se expone la perspectiva de quienes han encontrado mecanismos para resistir con inteligencia y claves para convertir los desafíos derivados de las violencias tanto en oportunidades formativas como en condiciones para la acción ciudadana desde la perspectiva de la gestión ética de la escuela. Se describen buenas prácticas orientadas a fortalecer en la convivencia escolar la cultura de paz en el marco de la aplicación de los principios de dignidad, democracia y derechos humanos.