La política acerca de la industrialización en el Perú fue durante la década de los 60, implícita, antes que definida, clara, con sentido de prioridades. Obedeció a impulsos antes que a razonamientos. Se fundamentó en el esquema de la sustitución de importaciones, pero no llegó a definir de manera integral y coherente el modelo. Hubo regímenes de excepción, presiones, marchas y contramarchas. Todo ello determinó que el proceso resultara limitado en sus medios pero, además, en sus alcances. Sin objetivos a largo plazo. Sin políticas alternativas o sucesivas, atendiendo al cambio de las circunstancias, a las necesidades propias de una dinámica de industrialización. Se produjeron conflictos en el interior de las clases dominantes. Los viejos sectores económicos que no desearon cambiar sus patrones tradicionales de comportamiento y un sector industrial que presionó al Estado para imponer una política industrial acorde con sus intereses.