Para ilustrar la prostitución, escogemos algunos poemas pertenecientes a tres generaciones: Alberto Guerra Trigueros (1898), Carlos Martínez Rivas (1924), Jorge Eliezer Rothschuh (1950).
Guerra Trigueros, verso libre y con tendencia ya hacia el “prosoema”, ha escrito tal vez la más alta exaltación de la prostituta (“vestal del juego ardiente”) que conocemos en la literatura centroamericana.
Martínez Rivas, siempre dando muestras de maestría versificadora y de brutal contenido poético, es memorable en su famoso poema “En la carretera una mujerzuela detiene al pasante” y describe un discreto burdel citadino en “Hogar”.
Y Rothschu, no sin cierta torpeza juvenil, se confirma poeta en los cinco poemas cortos de sus “Hombres y mujeres”; en ellos se trasluce un talento dotado para lo poético e intencionalmente pretenden retratar al hombre indiferente al sexo (de inspiración bíblica), a la prostituta del barrio, al chivo (o chulo) que vive de las mujeres, a la culta lesbiana y a la indita nicaragüense dominada por el trabajo y el marido.