El pequeño libros de David Thoreau titulado Walking, y que puede traducirse por Pasear o Caminar, constituye un elogio a lo que él llama el “arte de caminar”, esto es: “andar a pie”.
En medio de una sociedad creciente en carreteras de asfalto e innumerables callejones, Thoreau exalta el valor del sendero y los caminos que serpentean la agreste naturaleza y la indómita ciudad. Menciona, como dato curioso, a los miembros de una escuela filosófica que tanto valoraban el arte de caminar en medio del bosque y que por carecer del mismo, decidieron traerse el bosque a la ciudad, plantando árboles y largos paseos de plátanos para poder gozar de los beneficios que trae al pensamiento la capacidad de poder caminar diariamente. Y es que para el arte de caminar, las piernas y también las “plantas” de los pies, dejan de ser mecanismos de tracción y se convierten en puntos de contacto con “los manantiales de la vida.