Ayer y hoy en términos generales, las personas tenemos la propensión de clasificar todo como “bueno o malo”. Son palabras comunes con las que convivimos de forma cotidiana.
Usamos estos términos para calificar y etiquetar situaciones, eventos, personas, incluso nos auto-etiquetamos con valoraciones sobre nuestro desempeño, resultados o acciones: ¡Que buenos soy! ¿Por qué seré tan malo? Me quedó muy bueno esto o aquello. Nos atrevemos a indicar que las cosas, las ideas, los fenómenos naturales, las personas, las profesiones son buenas o malas. A todo le aplicamos esa clasificación dicotómica.