Descripción
Este artículo forma parte de una
investigación sobre los cambios
legislativos iniciados por la Ley 779
en Nicaragua, “Ley Integral contra la
Violencia hacia las Mujeres”, aprobada
en febrero de 2012. Los textos primarios
que analizo incluyen los debates
parlamentarios para el anteproyecto de
la Ley 779, el cuerpo original de la Ley
779, las Reformas de octubre de 2013,
y el Reglamento a la Ley 779, emitido
en un decreto presidencial en julio de
2014. Organizo el análisis alrededor
de la figura jurídica más polémica de
la Ley 779: la mediación. Al analizar la
trayectoria de la Ley 779 dentro del
escenario de posguerra en Nicaragua,
concluyo que el restablecimiento de la
mediación representa una reafirmación
regresiva de la autoridad patriarcal
bajo el disfraz de empoderamiento
comunitario. La retórica centrada en la familia del Reglamento a la Ley
779 implica una capitulación a los
sectores más conservadores y religiosos
de la sociedad y un revés dramático
de los logros feministas hacia el
reconocimiento de las mujeres como
sujetos de derechos. De hecho, estas son
batallas sobre la interpretación cultural
del lugar de la mujer, su autonomía y la
realidad turbulenta de la familia nuclear
y los lazos sociales normativos en la
Centroamérica del siglo XXI. Muestran
que la autonomía de las mujeres sigue
siendo codificada simbólicamente
como peligrosa, incluso como una
amenaza a los intereses colectivos de la
familia y la nación.
(This article forms part of an inquiry
about the reach of legislative changes
initiated by Law 779 in Nicaragua, the
“Integral Law against Violence towards
Women”, passed in February 2012.
The primary texts I analyze include
the legislative debates for the drafting
of Law 779, the body of Law 779, the
Reform to the law in October 2013,
and the Regulations to Law 779, issued
through a presidential proclamation
in July 2014. I organize my discussion
around the most controversial juridical
figure in Law 779: that of mediation.
Analyzing the trajectory of Law 779
within the Post-war cultural scene
in Nicaragua, I conclude that the
reinstatement of mediation represents a
regressive reaffirmation of patriarchal
authority in the guise of community
empowerment. The family centered
rhetoric of the Regulation to Law 779 signifies capitulation to the most
conservative, religious sectors of society
and a dramatic reversal of feminist
gains towards recognizing women as
subjects with rights. These are in fact
battles over the cultural interpretation
of women’s place, their autonomy,
and the troubled reality of the nuclear
family and normative social bonds in
twenty-first century Central America.
They show that women’s autonomy
continues to be symbolically coded
as dangerous, even as a threat to the
collective interests of the family and
the nation.)