Descripción
Una de las notas sociológicas más distintivas de la actual crisis nacional (1978) es la violencia. Aunque el tema se ha discutido desde el punto de vista de su legitimidad o de su justificación moral, poco se le ha estudiado en sus perspectivas reales dentro de la matriz nicaragüense, y en sus repercusiones sociales a corto y largo plazo. Sociológicamente la violencia es un proceso social complejo y profundo, con su propia dinámica, y que afecta decisivamente a corto y largo plazo a los resortes psicosociales más íntimos de la sociedad. La violencia no es un mero medio o instrumento técnico que produce un dolor relativamente pasajero y cuyos efectos cesan cuando cesa su uso. La violencia no se enfunda como una espada. Debajo de afirmaciones tales como que “la violencia es el parto doloroso para alumbrar un mundo nuevo” se esconde el optimismo que considera a la violencia como una crisis pasajera que solo ensucia superficialmente a la criatura sin afectar decisivamente su porvenir. Creo que este optimismo, no respaldado ni por la ciencia, ni por la historia, debe ser cuestionado a fondo.
Mi intención en estas líneas es mostrar que la violencia, por la misma dinámica que engendra, amenaza con sumir a Nicaragua en peligros insospechados a corto plazo, y en obstruir las posibilidades de construir una sociedad mejor en un plazo posterior.
La primera parte de este artículo se dedicará a especular sobre posibles consecuencias socio-políticas de la violencia. La segunda versará sobre el impacto que va teniendo a nivel más hondo, sobre “el ethos” (en el sentido de moral, valores, relaciones interpersonales, características, etc., de la sociedad nicaragüense).