Descripción
El autor fundamenta en este escrito, retomando la experiencia de connotados intelectuales de fama mundial, el compromiso ineludible de estos personajes ante la realidad circundante, reseñando algunos comportamientos asumidos, que apuntalan la afirmación anterior.
Puntualiza que a pesar de los avatares de la vida, conservar la fe en las utopías es una actitud indispensable en pos de esa búsqueda cuyo norte es la construcción de una sociedad más justa. Él nos dice con absoluta convicción, develándonos sus altísimos ideales: “Y me queda, para siempre, la fe en las utopías. Creo que la sociedad perfecta no es posible, pero nunca dejaré de creer que la justicia, la equidad, y la compasión, son posibles. Que los más pobres tienen derecho a vivir con dignidad, y a sentarse en el banquete de la civilización, a participar del desarrollo tecnológico, y del bienestar, que son dones de toda la humanidad. Esa es la utopía, que volverá triunfante algún día, cuando el péndulo que anda lejos, regrese de su viaje hacia la oscuridad, y el desamparo”.