La secuencia de convulsiones político-sociales en los países socialistas del este europeo se están interpretando como un fracaso de las economías planificadas y como un retorno a la casa paterna del mercado. Esta interpretación es superficial e incorrecta. No es la planificación lo que está en crisis, puesto que las familias, las empresas y los gobiernos tienen que planificar. La raíz de la crisis en los socialismos reales es doble. En primer lugar, una oligarquía política, nomenclatura minoritaria o partido único se sirvió del mecanismo de la planificación central para concentrar todo el poder político, económico, ideológico y cultural, privando a los ciudadanos de la más elemental libertad política, económica e ideológica (Perestroika).
En segundo lugar, esa oligarquía política opuso la mayor resistencia a los repetidos intentos de desconcentración y descentralización del modelo centralmente modificado- inicialmente necesario y posteriormente regresivo- en orden a mantenerse en el pleno poder. Las convulsiones han sido eminentemente políticas e indirectamente económicas: el sistema parlamentario pluripartidista. La misma problemática la encontramos en nuestras economía, donde la simbiosis de poder económico y político utiliza el mecanismo del mercado para mantenerse en el poder, sostenido por ideologías y dogmatismos que privan de toda libertad y participación a la mayoría del pueblo. De esta manera en nombre de la perestroika hacemos antiperestroika. Por añadidura, si el este camina hacia el oeste y el oeste se dirige hacia el este, ¿quién atenderá a los problemas del tercer mundo?.