La victoria electoral del Partido Republicano en las elecciones presidenciales de 2004, no solamente abre las puertas a un segundo mandato del presidente George W. Bush, sino también a la consolidación de la política unilateralista que caracterizó a la primera administración del gobernante estadounidense. Una segunda "Era Bush" en la Casa Blanca supone la profundización de la política belicista de los EEUU, amparada bajo la bandera de la lucha antiterrorista, así como el ahondamiento de la crisis de los organismos creados para consensuar políticas a escala global.