Cuál sería la visita ideal, utópica, del Papa Francisco a México desde el punto de vista de la teología de la liberación? Fácil: sería la siguiente. Llegaría a México y en vez de dormir en la nunciatura se quedaría a descansar en una casa humilde de la periferia de la Ciudad de México propietaria de una familia de las comunidades eclesiales de base. Desde ahí viajaría en metro al zócalo de la ciudad. Con disculpas y sencillez, pero lleno de profetismo rechazaría las llaves de la Ciudad de México que pretende otorgarle el jefe de gobierno Mancera, no tanto por el pueblo sino por la corrupción de él y de su gobierno. Cambiaría la agenda con Peña nieto y la haría pública y televisada, donde tocaría temas importantes para su feligresía católica mexicana: como es el empobrecimiento, la desigualdad, la violencia, etcétera. Después iría a la Catedral a regañar a sus hermanos obispos por su descuido y falta de amor y atención al pueblo católico. Les quitaría el grado a obispos a aquellos que sido infieles al evangelio de Jesús al venderse a corruptos políticos y delincuentes. ¡Claro! empezaría por Norberto Rivera. En el atrio no daría misa sino hablaría con los padres y madres de los 43 y de todos los desaparecidos y comulgaría con ellos su rabia, su dolor, su impotencia y juntos se darían esperanza y coraje.