Descripción
La trata de personas es la versión contemporánea y especialmente maligna de
la esclavitud de antaño, pero mucho más oculta y disimulada que aquella. Con
frecuencia, las propias víctimas no tienen cabal conciencia de la gravedad, la
extensión, la injusticia y la potencialidad dañina de este delito.
La desgracia de la trata no es tanto la complicidad de los políticos que la
protegen, ni siquiera las enormes ganancias ilícitas que ella proporciona. Lo
verdaderamente grave es que a nadie le importa. O, digamos más matizadamente,
que no le importa a la academia, a los gobernantes, a gran parte de la sociedad civil.
La trata comienza con el reclutamiento, sigue con la separación de la persona de
su familia y sus redes sociales, continúa con el traslado hasta un destino macabro: la
explotación sexual o laboral, la adopción ilegal, el comercio de órganos, el tráico de
droga y, ahora, como lo hemos visto recientemente en Tamaulipas, con la participación
forzada en el crimen organizado y en la guerra entre traicantes.
Este lucrativo negocio se ceba sobre los sectores más desprotegidos de la
población. Se nutre de la pobreza, la falta de trabajo, el atraso, la ignorancia,
la discriminación de las mujeres, la indefensión de los niños, la violencia
intrafamiliar, las restricciones migratorias.