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Las instituciones viven una crisis de credibilidad desde hace algún tiempo. No es casual. Muchas personas se han dado a la tarea de tirar por la borda la confianza de los ciudadanos a través de actos de corrupción, mentiras e incumplimiento. Los escándalos sobre propiedades en recientes funcionarios y ex funcionarios del gobierno han acentuado estas percepciones. El nombramiento del funcionario encargado de revisar lo relativo a ese tema, así como la resurrección de la Secretaría de la Función Pública, que dieron lugar a la etiqueta que causó tendencia en la red social de los 140 caracteres abonaron también a la crisis de credibilidad. Aunque el partido al que pertenece el primer mandatario rápidamente intentó compensar con un spot en apoyo a la figura del Ejecutivo (Proceso, 9 de febrero de 2015), otros medios como el New Yorker cuestionan las supuestas verdades históricas que intenta propagar el gobierno mexicano, como documenta Francisco Goldman, retomado por el diario digital Sin Embargo: “hay una expresión contundente de las dudas que sienten [los ciudadanos] hacia el propio gobierno que ha perpetrado incontables transgresiones contra el pueblo mexicano y la ley en los últimos años, que casi nunca son castigadas”.