Si el arte tiene una utilidad, esa está en su inutilidad y en aquello que el arte tiene de sí, que posibilita sensiblemente el acceso a la frontera propia y ajena, aquello que no se puede explicar, porque no se alcanza, un intangible que se interpreta, se intuye que ahí esta y que probablemente no requiere tampoco de explicación. Un aquello que se experimenta sensiblemente, una ruta sin la certeza de un final, una frontera que se transita deconstruyendo creencias, instituciones y costumbres, plena incertidumbre creativa que puede o no, empatar con la veloz seducción de las pantallas.