El edificio de la ética profesional se apoya en tres columnas: el principio de beneficencia, el principio de respeto a la autonomía y el principio de Justicia. Tres normas éticas son su base: la confidencialidad, la veracidad y la fidelidad a los acuerdos. Y el frontónculminante, el objetivo fundamental, es la humanización o el perfeccionamiento de la persona humana que vive en una comunidad de comunicación. En la Declaración universal de los Derechos Humanos, la comunidad internacional ha consagrado las referencias mínimas para evaluar el respeto a la igual dignidad de la persona humana y la justicia. Una ética de la comunicación no puede renunciar a la búsqueda de estos contenidos; ellos son los parámetros que señalan el “bien común” que el comunicador debe contribuirá crear con su labor profesional. Pero todo imperativo ético se vuelve inútil si el profesional no lo interioriza, si no se compromete personalmente con una praxis ética. Más que procurar la verdad o la Justicia, el comunicador debe hacerse a sí mismo un hombre veraz y justo. La “virtud” —afirma el autor— es el cemento del edificio.