Descripción
Hay dos puntos en los que coinciden todos los tratados
de tanatología. El primero y más obvio es que, a pesar de los
incrementos en la esperanza de vida, el desenlace fatal sigue
siendo inevitable. El segundo es que parece que la especie
humana, por lo menos en la llamada cultura occidental, evita
tratar el tema de la muerte propia y la de las personas cercanas. Y los médicos no somos ajenos a esa negación. Hace un
siglo, o incluso menos, la muerte era un evento común en la
niñez, y los afortunados que llegaban a la edad adulta habrían
visto morir a uno o más hermanos. Los muertos, hace una
o dos generaciones, eran velados en casa y enterrados en un
cementerio local, en la cercanía del hogar. Hoy la mortalidad
infantil es la excepción y no la regla, las personas que fallecen
lo hacen en los hospitales, lejos de la mirada de los menores, y
son enterrados en grandes jardines cementerios, bien lejos de
casa. Eso, sin duda ha favorecido ese tabú social de la muerte