La trillada brecha digital se ha convertido en un lugar común en nuestra jerga sobre comunicación y desarrollo. Sin duda, es clara entre los países del Norte y del Sur, pero aún más dramáticamente explícita en el interior de los países del Tercer Mundo, entre las áreas urbanas y rurales y entre ricos y pobres. Ya no es posible aislar el tema y reducir el desequilibrio a una cuestión de acceso a la tecnología; sin embargo, esto es precisamente lo que sucede tantas veces, cuando las TIC se perciben como la 'solución' para la pobreza y el subdesarrollo, como si la injusticia social, la discriminación, la corrupción, los injustos acuerdos comerciales, la carencia de servicios básicos, los precarios sistemas de educación y salud, etc. fueran únicamente factores marginales. Las TIC irrumpieron en el mundo del desarrollo con mucha fuerza; en los años ochenta y noventa se dio un impluso muy grande paa 'brindar acceso' a las nuevas tecnologías de la información en áreas pobres del mundo. Sin embargo, la realidad muestra que sembrar computadores y conectividad en comunidades que no tienen siquiera agua potable y electricidad y menos aún líneas telefónicas, es casi siempre un fracaso anunciado, debido a la falta de participación de las comunidades afectadas.