Diario de viaje, crónica de un peregrinaje deslumbrado por Europa, el libro de Julio César Goyes oscila entre la prosa y el verso, accede al territorio de lo lírico por la intensidad del lenguaje, por la concentración de la mirada que desdobla el registro externo, el dato geográfico para penetrar en la complejidad del instante, el escamoteo del tiempo, la danza de la memoria, el flujo de la experiencia en la que conviven al unísono las voces de la infancia y las celebraciones de los encuentros recientes.