El artículo trata sobre un espacio de la memoria de las artes, el museo nacional de Bellas Artes en Santiago de Chile, construido en ocasión del centenario de la república. Se analizan tres momentos (1973; 1980; 2013) de este patrimonio de la nación. A partir del análisis de archivos del Consejo de Monumentos Nacionales y el trabajo etnográfico, el artículo se propone leer las huellas e interpretaciones colectivas sobre el museo y sus obras de arte. La tesis señala que los disparos contra el Museo, ocurridos el 14 de septiembre de 1973, romperán el aura de la obra de arte tan celosamente resguardada. El arte rompe su distancia ritualizada, permitiéndole salir del aislamiento conferido por las gruesos muros del museo. En una analogía entre el cuerpo del edificio y los retratos de mujeres ametralladas, el artículo desarrolla la tesis que desde ese día los cuerpos del arte saldrán a las calles a mostrar sus heridas. Desde ese día el Museo actuará como proyección y pizarrón de los imaginarios y marcas que los cuerpos silenciados estamparán en la superficie de sus muros, de sus árboles, de sus canaletas, de sus puertas.