Hoy más que nunca, se hace necesario un diálogo profundo entre el psicoterapeuta y el teólogo. Si la Iglesia post-conciliar desea establecer un encuentro sincero y franco con el hombre de hoy, no puede ignorar a los psicoterapeutas auténticos, sino que debe relacionarse con ellos, en un diálogo directo, sin obstaculizaciones a-priori de orden teológico y moral.