Al reconocer la existencia de situaciones en las que ciertas personas pueden se excluidas social y educativamente, violándoles los derechos primordiales de todo ser humano, se puede entender por qué surgen instituciones y fundaciones dedicadas al trabajo de inclusión y protección de poblaciones vulneradas. Estos espacios, son reproductores de una serie de interacciones entre los sujetos que las habitan, las cuales se rigen por las representaciones sociales que se han formado en determinados entornos. En otras palabras, las construcciones simbólicas, los conceptos, declaraciones y explicaciones sociales que puedan tener las poblaciones o colectivos de una determinada institución inclusiva, influyen de manera directa en las interacciones, los comportamientos y las actitudes de todos los sujetos que conviven a diario, moldeando una realidad exclusiva de tal institución. En el presente trabajo se expusieron las RS de dos poblaciones totalmente diferentes: adultos con discapacidad intelectual y adolescentes estudiantes, que habitan una misma fundación incluyente, para reconocer cómo afectan las interacciones diarias entre ambas y si repercuten o no en los objetivos de inclusión de la institución. El estudio permitió reconocer que, para poder mantener interacciones saludables entre dos colectivos tan distintos dentro de un mismo espacio, se debe tener es suficiente información sobre la historia de vida y la realidad de cada uno de los integrantes de las poblaciones. Aumentar la calidad y cantidad de espacios que ambas poblaciones tienen para relacionarse y, por medio de intereses comunes, generar nuevos tipos de interacción afines al proceso de inclusión.