Hace algún tiempo señalamos que la producción narrativa de Roberto Burgos Cantor entre 1980 y 1992 -Lo Amador, cuentos, 1980; El Patio de los vientos perdidos, novela, 1984;Zte Gozos y desvelos, cuentos, 1987 y El Vuelo de lapaloma, novela, 1982, constituye un sólido universo textual alrededor de un foco recurrente de atención: el momento en que la Cartagena de mediados del siglo XX se ve arrasada por un vertiginoso y desigual proceso de modernización con la consecuente pérdida de rumbo y el debilitamiento de la identidad, aquél en el cual se está desmoronando o ése en que empieza a desdibuj arse para sumirse en el caos. Frente a tales movimientos desestabilizadores, los textos de Burgos en diversas intensidades, sugieren la posibilidad de un rescate imaginario de Cartagena a través del poder fundante de una escritura, que si bien algunas veces sólo constata ausencias o duda de su mismo poder restablecedor, en otras recupera memoriosamente un imaginario a partir de una poética de la espacialidad, la cual identifica un entorno, revalora una realidad socio-cultural o dignifica una condición humana para que sea posible afirmarse en el cambio sin perder el piso ni el sentido de pertenencia.