Nunca me di cuenta de lo mucho que le gustaba cuidar el jardín
a mi abuela hasta que su salud comenzó a deteriorarse y no
pudo bajar al primer piso de la casa para seguir haciéndolo. Yo
empecé a aprender de jardinería para relevarla en esta labor y
para mantener con vida a las plantas que tanto quiere.
Me empecé a preguntar por su cuidado y, conversando con ella,
esto dejó de ser un concepto abstracto para pasar a ser una práctica
singular que se nutre de nuestra relación, de la jardinería y
del arte. Estos quehaceres se despliegan en otros formatos: dibujos
para observar atentamente y clasificar, registros audiovisuales
que reflejan los múltiples pasos del tiempo para la posteridad.
Al habitar junto a ella he podido reflexionar sobre el espacio que
se ha ido adaptando a sus necesidades. Móvil, instalado, íntimo
o difícil de acceder y que muta entre el adentro, el afuera y lo
flotante.
¿Cómo cuido a la que antes me cuidaba?