Quiero hacer un primer acercamiento y una reminiscencia así sea personal a esa que yo creo, fue realmente la primavera eclesial de este siglo. Quiero evocar esa figura santa, profética de Juan XXIII. Hubo un hombre enviado por Dios cuyo nombre era Juan; el no era la luz sino el que, en este siglo, nos dio testimonio de la luz. Uegó al pontificado en el año 58 de una forma completamente inopinada. Era un campesino amigo de publicanos y pecadores en la perspectiva internacional.