Esta es una reflexión que se centra en la violencia contra la mujer en mi país, más específicamente la que se vivencia al interior en la ciudad de Bogotá; parto de la revisión de diferentes estamentos productores de género como la familia, las instituciones y los medios de comunicación que en cohesión generan una sociedad arraigada a las tradiciones patriarcales. Consecuentemente justifica con sigilo la violencia contra la mujer, otorgándole condiciones de vulnerabilidad y objetualizándola. Busco ahondar en la sociedad que hemos tejido, sobre la cual reinciden juicios derivados de nuestra historia, como bien lo son el proceso de colonización, la colonia en sí a través de la idea de blancura que se prolonga hasta nuestros días y que potencia un juicio de lo femenino y lo masculino, lo bueno y lo malo, y lo políticamente correcto.
Me interesa cómo tras estos estamentos formadores de género y nuestras tradiciones, la sociedad conlleva a excusar (entre varias justificaciones) que la forma de vestir de la mujer se ha convertido en un atenuante con el que se tasa la legitimidad de un “abuso sexual”.
Dicho esto, atrocidades como el abuso sexual, y por ende el psicológico, justificado de manera colectiva por la forma en la que la mujer viste, genera en mí la preocupación de lo que pasará con las generaciones futuras si no se produce un quiebre en la forma en que la mujer y hombre “deben ser” según la sociedad colombiana, puesto que es en nuestra tarea como adultos al desempeñamos como profesionales, padres u otros, que perpetuamos las ideas y normas del futuro; siendo así propongo en la materialización de una propuesta plástica que incluye la ropa como el objeto que que en nuestro contexto se ha llegado a entender como provocador o detonador de reacciones violentas, una interactividad con representaciones del cuerpo de una mujer en diferentes momentos de su vida, ejercicio en el cual se sitúa al espectador en el papel de un individuo social activo en la toma de decisiones y juicios sobre el cuerpo de esa mujer y su ropa, materializando el conflicto que generan los argumentos de nuestra sociedad con los propios al verse enfrentado al fenómeno de manera pragmática sin oportunidad de evasión, como sucedería cotidianamente.