El laico, miembro de la Iglesia, tiene el deber y el derecho de difundir el Evangelio en el mundo. Si bien para cumplir con dicho deber y ejercer su correspondiente derecho, su testimonio de vida cotidiano es indispensable, la práctica de la deliberación en el espacio público ciudadano y la participación decidida al interior de la Iglesia se hacen necesarios en un mundo con una alta tendencia al secularismo. Las instituciones políticas y eclesiásticas en Colombia, cuyo estado obedece al modelo de laicidad de reconocimiento, son propicias para permitir esta crucial participación.