Las personas con algún tipo de diversidad funcional han sido a lo largo de la historia objeto de rechazo, desprecio, exclusión social y tratamiento desigual. Hay varios tipos de diversidad funcional y en este trabajo se aborda la diversidad intelectual o, dicho en otras palabras, el funcionamiento neurocognoscitivo atípico. Como respuesta a las dinámicas de exclusión, a finales del siglo pasado surgió un movimiento emancipatorio que nace de las personas del espectro autista y formulan el término neurodiversidad. Lo que pretende es ilustrar que hay diferencias neurológicas entre todos los seres humanos, e incluso en un mismo individuo a lo largo de su vida, lo cual debe ser entendido como simples variaciones en el funcionamiento que son naturales y valiosas. En el trabajo se pretende tomar una postura crítica con respecto a los criterios de normalidad impuestos por el saber médico-científico para medicalizar a los neurodivergentes. Desde la bioética se considera pertinente abordar este tema puesto que hay una problemática relacionada con el valor y el respeto merecidos por estos individuos. Este ejercicio teórico intenta visibilizar el movimiento de la neurodiversidad como un movimiento de justicia social que busca igualdad de derechos y plena inclusión social. Se plantea un análisis del proceso de la vida y de la muerte como un ejemplo claro en el que se presentan conductas discriminatorias. A partir de esta situación se proponen algunas estrategias como la construcción de proyectos de vida, el fortalecimiento de la autonomía y las reivindicaciones en pro del reconocimiento para lograr un trato digno y un adecuado reconocimiento dentro de la sociedad.