En los debates metaéticos actuales, numerosos autores creen que existe una estrecha relación entre las emociones y los valores. Algunos piensan que las emociones ayudan en la constitución de los valores morales y no morales. Otros ven las emociones como instrumentos epistémicos para adquirir conocimiento sobre los valores. Ambas perspectivas tienen raíces que se adentran bien atrás en la historia de la filosofía, y las dos pueden ser desarrolladas tanto para apoyar como para socavar las teorías realistas y anti-realistas de los valores. Este artículo pretende esclarecer una complicada situación dialéctica. Adicionalmente, se realiza una propuesta constructiva encaminada hacia una mejor comprensión de la conexión entre emociones y valores. La propuesta, aunque es anti-realista en espíritu, ha sido diseñada para integrar también algunas importantes intuiciones realistas.