Para Rahner es pasión vital traducir el lenguaje de la fe de manera significativa, relevante, para la cultura antropológicoexistencial del ser humano contemporáneo, y esto hace de él el gran renovador del lenguaje teológico en el siglo XX. Su maestría reside en esa constante y creciente vinculación de todo lo humano asumido e integrado en la síntesis totalizante de lo cristiano.