En última instancia, solo la palabra poética es capaz de evocar el paraíso perdido de la infancia, la familia, los amores, el cuerpo deseado, la añorada plenitud. Sí, evocarlos, pero solo en fragmentos y retazos, en sus huellas y ausencias, en su “breve tránsito por la palabra” (“Estación”). De ahí precisamente la trágica hermosura de la poesía de Federico Díaz Granados.