No soy ingeniero, ni experto en nuevas tecnologías. Cualquier comentario que haga no puede ser más que o bien el comentario de un ciudadano preocupado por su país o bien el acercamiento personal al tema, por parte de un comunicador interesado en los impactos y potencialidades, que tienen estas tecnologías en el ejercicio profesional y en nuestra cultura. A mi modo de ver la literatura conocida sobre las nuevas tecnologías oscila entre dos polos, dentro de los cuales se encuentran los diferentes textos. En un extremo se encuentran los integrados (utilizando una terminología común en nuestro ambiente), para quienes las nuevas tecnologías favorecen la construcción de un nuevo orden social (post-industrial o de la tercera ola) cuantitativa y/o cualitativamente superior al actual estado de cosas. La intervención del Estado por ejemplo, lo interpretarían desde la perspectiva desde la perspectiva de su acción de freno o de acelerador de unos cambios sociales, según ellos, inevitables, necesarios y hasta justos. En el otro extremo, encontramos a los “apocalípticos” que interpretan a las nuevas tecnologías, como un impedimento a la construcción de una sociedad más justa y humana, sea la idea que se tenga de lo que esto significa. En el fondo, este espectro de interpretaciones se articula alrededor de la pregunta por el papel de la técnica en la cultura contemporánea.