Pensar la vejez y convertirse en viejo siempre ha despertado cierta inquietud, por lo cual a lo largo de la historia, se han buscado diferentes maneras de comprenderla y vivirla. Sin embargo, en la época actual, en la que impera la técnica, la vejez se ha convertido en un grave problema debido a que no produce ni rinde igual a como lo solía hacer en la juventud. Así se han postulado diferentes soluciones a este mal llamado problema. Estas soluciones van desde retrasar y disimular médicamente los procesos de envejecimiento, hasta postular el exterminio de los viejos. Ante este panorama desolador, se hace urgente el quehacer filosófico, pues a través de éste, es posible descubrir y pensar otros horizontes de la constitución humana que van mucho más allá del cuerpo y su decaimiento. Usar la filosofía para acercarse y comprender el proceso de envejecimiento, para acogerlo con afabilidad y reconocer en la vejez su sentido y valor, hará que esta etapa de la vida no sea tediosa, sino grata. Entonces, la filosofía permite la comprensión de esta etapa de la vida, facilita el duelo y la despedida de las etapas anteriores, y permite un encuentro afable con proceso del deshacimiento de la vida y el encuentro final con la muerte.