El Concilio Vaticano II ha reafirmado la idea que somos portadores de una semilla divina. Por medio de Cristo, Verbo encarnado, tenemos acceso al Padre en el Espíritu, con lo cual se nos regala la participación en la naturaleza divina. Este trabajo busca presentar la noción de inhabitación trinitaria y, a partir de ella, determinar si es posible hablar de un ethos producto de esta divinización del ser humano y qué concreciones tendría, desde el punto de vista personal, así como de las implicaciones eclesiológicas de la cuestión, resaltando el modelo de Iglesia que se deriva.