De constitución débil, enfermizo, pálido, vanidosamente elegante en el vestir y en el andar, cuidadoso de la presentación personal, sensitivo en extremo, dominado por la melancolía, nace en una provincia, a unos doscientos kilómetros de la capital. De familia acomodada, desde la infancia le sigue de cerca el infortunio. Muy pronto pierde a su padre (1). A raíz de la guerra civil sus propiedades —donde muchos bueyes roturan los campos— (2) son confiscadas (3). De la opulencia es reducido a una relativa indigencia. El descontento general, las expropiaciones, el malestar provocan nueva insurrección que privan al poeta de amigos y familiares, asesinados por los bandoleros al intentar aquellos desertar de las filas legitimistas. La pérdida del patrimonio, sin embargo, no impide que su madre le proporcione educación esmerada. Niño todavía abandona la provincia y es traído a la capital, donde se muestra con el tiempo virilmente garboso y libre (4). Sigue la carrera de la jurisprudencia que, en esos tiempos tumultuosos, es la única profesión de porvenir que hallan los jóvenes. Mas la afición real del bardo son las letras (5).