Descripción
Se propone que entre el mal y la política no existe una relación ontológica, sino de mera contingencia. Tampoco se estructura una relación causal, pues opera una cristalización de elementos. Ante tal situación, no se esboza una definición del mal, a fin de no caer en dimensiones sustancialistas. Empero, el mal se expresaría formalmente como un juicio que implica la existencia de reglas desde donde se valida la calificación de una conducta. Uno de los escenarios de aparición del mal lo constituye la decisión política. En la dinámica política contemporánea, se asiste a un abuso del mal. Tal espectacularismo ha tergiversado el papel del dolor en su dinámica política. Estamos frente a una vulgarización del papel de las víctimas en la esfera pública y, en tal sentido, se cae en una trivialización del mal.